COSdeDONA regresa del planeta de la maternidad

Queridas mujeres,

Compartiros brevemente que de a poquito voy regresando a darle movimiento y vida a COSdeDONA. 7 meses y medio después de nacer mi hijo, sigo en el planeta de la maternidad navegando en oxcitocina y prolactina entregada a este viajazo maravilloso e intenso de acompañar a Anuk, mi hijo. Pero una pequeña parte de mi, vuelve a trabajar pocas horas, pocas propuestas, sencillo y profundo.

A medio camino de esta baja maternal me dí cuenta de que tenía la expectativa de tener una GRAN REVELACIÓN con la maternidad, como me pasó cuando comencé mi camino de indagación personal como mujer y me diagnosticaron  VPH. Por a hora, no hubo revelación, no hubo “eurekas” ni grandes insights, no me convertí en otra, no soy mejor, ni sé más, ni nada de eso. Más bien me desconvertí, me vacié, me descerebré, me bajé a ser muy humana, tanto, que no me reconozco, o sí y demasiado en lo mismo. Así que me miro y no hay nada más que lo que hay aquí y ahora, sin más pretensiones que las de ser mamá de Anuk, velar por mi familia y velar por las personas que acompaño en mi trabajo.

Des de aquí sigo el camino que aparqué durante 9 meses entre baja laboral y maternal. Otro embarazo simbólico… me paro a mi misma siendo quizás más “yo” que nunca. Sin adornos ni idealizaciones ni pretensiones de ser (o que el mundo piense que soy) otra que no soy. Hola de nuevo, contenta de volver a conectar con vosotras.

En breve verás publicada en la Agenda todas las actividades para este otoño.

Con mucho amor, Aina.

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COSdeDONA está de Baja maternal

Queridxs,

Después de 9 meses de gestación, Anuk, mi hijo, llegó a este mundo. Un ser muy deseado por mi y mi compañero de camino. Escribo esta nota con una sola mano sosteniéndole a él en la otra. Así que me sumerjo totalmente en este viaje hasta nuevo aviso. Quién sabe cuanto durará esta pausa… Lo que si sé, es que estoy viviendo una experiencia profunda con todo mi ser y mi cuerpo de mujer que seguro cuando vuelva tendré más sabiduría y más humildad para compartir en los espacios de COSdeDONA.

Hasta entonces, os dejo un abrazo sentido y amoroso.

Aina

 

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Programació tardor’19 – COSdeDONA

Benvolgudes!

Aqui teniu la programació de les activitats que oferiré per a dones aquesta pròxima tardor. Per a més informació pots navegar pel blog visitant la publicitat de cada taller o contactar amb mi a aina.cortes@yahoo.es o enviant un wattsapp al 691.55.38.24.

Sigueu benvingudes!

 

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“Cuando a una mujer le dan un diagnóstico, su sexualidad cambia inmediatamente”

Esta frase se la escuché decir al reconocido ginecólogo Dr. Damian Dexeus en una charla que ofreció sobre sexualidad en Espai TCI Barcelona el año pasado. Cuando escuché esas palabras, se me humedecieron los ojos y sentí un alivio en mi interior. Mi cuerpo se relajaba. Por fin alguien ponía nombre a lo que a mí me estaba ocurriendo des de hacía ya más de 3 años y no alcanzaba comprender.

Sí, “cuando a una mujer nos dan un diagnóstico de alguna dolencia ginecológica, nuestra sexualidad cambia inmediatamente”. En mi caso, a los 31 años me diagnosticaron un VPH (Virus del Papiloma Humano) con lesión CIN1-2 en el cuello del útero. No es mi intención detallar la información sobre este virus; tengo mucha y además varia es contradictoria, confusa y dudosa. Sí diré que es un virus que actualmente nos está afectando a más del 80% de la población femenina que, en muchos casos el propio sistema inmunitario resuelve, pero en varias mujeres, miles, se complican las cosas como fue mi caso.

A partir de ese diagnóstico, efectivamente mi sexualidad cambió. Fui informándome, hablando con otras mujeres, asombrándome de la desinformación y las contradicciones acerca de este virus y me fui cerrando. No quería transmitir el virus a nadie ni ser recontagiada con otras cepas. Sentía miedo, enfado, desamparo, tristeza. Dejé de tener relaciones sexuales con otras personas, fui apagando mi deseo sexual, empecé a sentir que algo malo estaba en mi cuerpo, hasta me di cuenta que desarrollé la idea loca de que “el sexo es peligroso”.

Pasé por una primera intervención quirúrgica en la que me cerré aún más. Después de pruebas desagradables, tratamientos… mi vagina se fue tensando para protegerse. Me fui desconectando de mi sexo. Conocí a hombres que me atraían, no me faltaron ganas de compartir sexo con ellos, pero cerré puertas: “aquí no entra nadie más”. Y así fue durante unos 2 años. Después conocí mi actual compañero que muy empáticamente accedió a hacerse todo tipo de pruebas antes de vincularnos sexualmente y más pacientemente aún, ha estado mucho tiempo respetando mi cierre, hipodeseo, miedo y rechazo al sexo. También gané muchos kilos, por ahí también estaba la idea de “mejor no ser deseable porque hay más riesgos de contagios”. ¿Loco verdad? Pues ideas de estas y muchas más pasaron por mi cabeza todo este tiempo.

Hace unos 6 meses, después de una segunda intervención quirúrgica, de mucho proceso terapéutico, cambio de alimentación, haber constelado, biodescodificado, meditado, hecho rituales, haberme vacunado, un buen tiempo de desonstrucción, tomar decisiones importantes y haber hecho el pino puente en busca de una sanación física, mi ginecóloga me llamó para decirme que estaba curada del todo. Hoy aun lo celebro y mi relación con mi sexo puedo decir que está renaciendo. Lentamente, a mi ritmo y redespertando.

Más allá de mi caso, somos muchas mujeres las que atravesamos dolencias ginecológicas (VPH, miomas, endometriosis, obstrucción de trompas, dificultad para quedarnos embarazadas, menopausias precoces, dolores menstruales terroríficos, candidiasis crónica, SOP, y un larga lista). Como ya he expresado en algún otro artículo, tanta sintomatología me invita a pensar que es una llamada de atención de nuestro sexo alertándonos de que de una vez por todas, revisemos nuestra sexualidad y aprendamos a vivirnos dignas, merecedoras, llenas, con placer, libertad y nos empoderemos de nuestro verdadero ser, fuerza, valía, necesidades, gozo, útero, … Y sí, mientras estamos en ello, puede llegar a ser muy duro.

Creo que hay poco reconocimiento a lo que nos ocurre. Muchas lo vivimos en silencio, seguimos teniendo relaciones sexuales aunque nos duela hasta en el alma para no perder la relación o porque lo normalizamos y esto es así y punto. Hay poca sensibilización de la comunidad médica al respecto (me estremezco con lo que me cuentan varias mujeres que acompaño acerca de lo que les dicen sus ginecólogxs) y poca sensibilización social. Es algo oculto, como la sexualidad. Es algo de lo que no se habla, es algo “feo” que se debe esconder. Yo misma siento incomodidad al publicar mi caso en este artículo porque esa vergüenza está introyectada en mí.

Cuando nos dan un diagnóstico, tenemos todo el derecho a querer negarlo, a estar confusas, enfadarnos, desesperarnos, buscar segundas y terceras opiniones. Como reacción puede ser que lo ignoremos en un inocente intento de hacer que desaparezca y mi vida siga igual. Es natural que nos cerremos o por lo contrario nos hipersexualicemos, que nos castiguemos, que busquemos culpables, que nos desconectemos de nuestro sexo, que sintamos un vacío, que nos preguntemos una y otra vez: ¿y ahora qué? O ¿por qué yo?

Ante un diagnóstico, sí, nuestra sexualidad cambia inmediatamente y creo necesario que lo entendamos para podernos acompañar de la forma más amable y saludable.

Te comparto lo que a mi me ha servido, aunque sé que tu camino, lo andarás tu a tu manera, contigo misma aprendiendo a cada paso. Ello es lo que más fortaleza, sabiduría y amor a ti misma te va a aportar. Me sirvió:

  • Mirarlo de cara, no negarlo.
  • Abrirme, aunque con miedo, a indagar en la sexualidad femenina. Traspasar la incomodidad aprendida y re-conocer mi cuerpo de mujer.
  • Hablar de ello con otras mujeres, tuvieran o no mi misma dolencia.
  • Respetar mi ritmo, mi cierre, mi tiempo de poner límites aunque fueran paredes muy gruesas.
  • Dejarme acompañar por terapeutas, terapias, rituales, círculos de mujeres… Pedir ayuda.
  • Crear un proyecto usando la enfermedad como motor, como camino. Convirtiendo el dolor en material para compartir. El Proyecto “COSdeDONA – Espais de Sexualitat Femenina” es el resultado de ello donde ofrezco terapia individual y talleres de varios formatos.
  • Conectar con la naturaleza, comprender sus ciclos, su ritmo, su tiempo que no se pueden forzar los procesos.
  • Comprender y rendirme a que controlo muy pocas cosas de mi vida aunque me empeñe en lo contrario.
  • Acogerme a mi misma con lo que hay acompañándome des de un automaternaje amoroso, amable, delicado y paciente.
  • El apoyo de un compañero que ha estado ahí sosteniendo todo lo que se le movía con mi cierre e hipodeseo, respetándome por encima de todo, mostrándome también su desesperación y enfado, acompañándome en todo el proceso, acogiendo mi situación sin empujar. Gracias, amor.

Especialmente a todas las que estáis en algún proceso de este tipo, no os resignéis. Hay muchas formas de abordar cada síntoma y somos muchas las dispuestas a acompañarnos en ello. Pide apoyo, al menos no te lo tragues en soledad.

Con mucho amor, Aina Cortès

Proyecto COSdeDONA – Espais de sexualitat femenina

ainacortes.wordpress.com

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De la otrorrefencia a la autorreferencia

Años atrás, mientras investigaba apasionadamente sobre el útero y la sexualidad femenina en el contexto sociocultural patriarcal en el que vivimos, escuché en una entrevista a Mónica de Felipe Larralde, en la que hablando sobre género decía: “No quiero ser ni puta ni sumisa. Quiero ser yo misma con autorreferencia”.

“Uau… Claro…”, pensé. “Eso es…”. Y me di cuenta de que no tenía ni idea de lo que quería decir autorreferencia.

Pero antes de llegar a la autorreferencia, hablaré de mis amigas: la puta y la sumisa. Ambas responden a dos extremos de la misma polaridad de lo que tenemos entendido que es ser mujer en esta sociedad. El género nos atraviesa, nos construye y también forma parte de nuestro carácter y coraza. La perspectiva de género es algo que no suelo encontrarme en el discurso terapéutico pero veo a menudo en consulta y me parece importante nombrarlo, explicitarlo, darle un lugar. No soy experta en género, ni siquiera he tomado un curso y menos un máster. Como persona y mujer me he descubierto tremendamente identificada con la buena niña con que el estándar cultural marca cómo debo comportarme ya que me siento mujer. Como terapeuta, me encuentro montones de mujeres rindiendo ciego culto a este papel, que limita descaradamente nuestras vidas más allá de la estructura de carácter.

¿A qué me refiero con ser “buena niña”? La buena es la sumisa, débil, callada, obediente, complaciente, limpia, sin opinión ni voz, siempre sonriente, sin deseo propio, asexuada, siempre disponible, cuidadora, que no molesta, quieta, etc. Un constructo cultural que aún tenemos marcado a fuego en nuestro inconsciente colectivo e individual. Aprendemos a ser buenas, aprendemos a negar nuestra energía sexual y potencial, aprendemos a apagar nuestro deseo y fuerza para ser queridas, para encajar, para pertenecer.

En el polo contrario a la buena nos encontramos la chica mala, la que se ha rebelado en un intento fallido de no tener que cumplir con ser la buena. La mala es la puta, guarra, rebelde sin causa, insensible, hipersexuada, pasota, abandónica, dura, malhablada, contestona, etc.

Tanto jugar un papel como otro nos mantiene atadas a una forma de estar muy condicionada, con poco contacto real con la que somos, sentimos, deseamos, necesitamos. Nos hemos construido en referencia a mamá y a las mujeres de nuestra familia, en referencia al deseo de otras personas, en referencia a lo que marca la moda, en referencia a… o rebeladas contra… Siempre con la mirada hacia afuera, tomando la otrorreferencia.

En TCI aprendí sobre la autorreferencia, este concepto mágico que redirige la mirada puesta hacia afuera, ahora hacia adentro. Escucharme, respirar y sentirme. Tocarme, reconocerme, explorarme. Probar, probar y probar. Darme cuenta de lo que me gusta y lo que no. Contactar con mi deseo, identificar mis necesidades genuinas (reales), presenciarme, detectar mis límites, desidentificarme. Validarlo y darme permiso para Ser y expresarlo, encaje o no en cómo se supone que tengo que comportarme como mujer. Y ¿cómo puedo hacer todo esto? Aterrizando en el propio cuerpo. Es en el cuerpo donde encuentro la pista de la autorreferencia. Como decía Antonio Pacheco, la mente miente y el cuerpo dice la verdad. Tal cual, el cuerpo expresa la propia verdad y esa es la referencia fiable aunque a la mente pueda no gustarle.

Para mí la autorreferencia es liberadora, un pilar, mi centro, desde el que me puedo ir despojando de introyectos culturales, desde donde me puedo ir conectando con mi instinto, mi yo profundo, y recuperar mi energía sexual, mi potencial. Es desde donde recupero mi autonomía y puedo responsabilizarme de mi vida. Desde donde nace el tan anhelado y a menudo distorsionadamente perseguido “empoderamiento” como persona y mujer.

A través del proceso en la formación en TCI, la terapia individual y posteriormente mi desarrollo como terapeuta, observo cómo es clave para el proceso terapéutico el abordaje corporal, el aterrizaje a lo que siento y soy en cada momento, tomando la referencia de las señales de mi cuerpo, tomando la autorreferencia.

 

Aina Cortès – Artículo publicado en blog del Espai TCI

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La mujer integrada

Hace unos años, empecé a enfocar mi trabajo terapéutico hacia las mujeres a través del proyecto COSdeDONA (Espacios de sexualidad femenina). Todo empezó con mi necesitad vital de recomponerme después de varias relaciones de pareja tóxicas en las que yo me colocaba en un lugar perfecto para ser dañada. Tenía la autoestima bajo tierra y sabía bien poco acerca de mí y menos de mi “ser mujer”. Empecé la formación en TCI y terapia individual donde recuperé mi cuerpo y retejí mi autoestima. En un taller de Sexualidad tuve una visión que 4 años después aún estoy descodificando. Esa visión me mostraba la esencia de lo que después ha sido mi trabajo. Empecé a crear espacios para mujeres pero de vez en cuando, me voy preguntado: Realmente ¿qué es lo que hago? Doy talleres, charlas, llevo grupos, terapias individuales… pero de fondo ¿qué es lo que lo mueve todo? Hoy, como un mensaje traído del más allá a través de mi compañero, comprendí.

A lo largo de miles de años de Sistema Patriarcal, la humanidad perdió el vínculo con su más profunda naturaleza y esencia. Eso ocurrió tanto en mujeres como en hombres, pero como suelo hacer en mis artículos, me centraré en hablar de las mujeres incluyendo las personas que se sienten mujeres tengan o no sexo femenino.

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Como decía, olvidamos nuestra más íntima esencia, elementos que van mucho más allá del género. Se dio un corte profundo y traumático. En una cultura donde las relaciones han sido y siguen siendo desiguales lo femenino quedó desplazado, el cuerpo se convirtió en carne y pecado, lo emocional en algo que desorienta e inutiliza, lo mental se ensalzó hasta lo divino y se separó del cuerpo. En una cultura androcentrista se adjudicó hombre=mente, mujer=carne. El hombre puede ser divino, la mujer no. El cuerpo de la mujer y todo lo que venga de él deja de ser sagrado, la sexualidad deja de ser divinizada y se relega a un terreno carnal, pecaminoso y sucio. La intuición y sabidurías ancestrales fueron condenadas y borradas del mapa. La naturaleza de la mujer fue sentenciada, así que por supervivencia, tuvimos que desconectar. ¿Cómo sino sobrevivir en una incoherencia, invalidación, persecución y humillación constantes?

Pasamos miles de años así pero ya hace tiempo que las reglas del juego están cambiando.

Es momento de que la mujer integre sus partes heridas con el fin de sanar su SER completo/integrado y su psique (alma) femenina.

Muchas mujeres nos sentimos o hemos sentido que nos falta algo muy importante y no sabemos de qué se trata. Hablo de un sentimiento de vacío, de no merecimiento, culpa, vergüenza, insatisfacción, falta de sentido, desorientación… Lo buscamos desesperadamente afuera en la pareja, la maternidad, la cirugía, el éxito profesional, el consumo, las dietas, multitud de terapias, el sexo, la rebeldía, la competitividad entre nosotras, etc. y en muchas ocasiones el vacío persiste. No hay satisfacción, seguimos sintiendo que algo en nosotras no está bien y tenemos que ser distintas (más listas, más guapas, más altas, con más tetas, menos culo, más eficientes, mejores mamás, menos deseantes, más calladitas, más objetos, gritar más fuerte, parecernos más a, luchar contra, etc.) Buscamos algo/alguien que llene y alivie de una vez por todas el sufrimiento que aparentemente conlleva “ser mujer”.

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Des de mi entendimiento y experiencia … no va por ahí. Se trata de ir hacia adentro y re-conocer nuestra naturaleza femenina que seguro no encaja con el zapato patriarcal.

Esto significa rehabitar nuestro cuerpo desde la vivencia sensorial y permitir que se expresen sus procesos naturales.

Significa recordar que tenemos un útero, un centro vital y sexual muy poderoso que cuando lo reincorporamos en nuestras vidas y lo relajamos, podemos nutrirnos de su gran potencial ( y ¡que se prepare el mundo!).

Significa recordar que somos personas cíclicas, como la vida misma, y al ir a favor de nuestra naturaleza, nuestra vida se ve notablemente enriquecida.

Significa volver a confiar en nuestra intuición y si nos equivocamos, nos levantamos de nuevo. Significa recordar que nuestro estado natural es el del placer y no tiene nada que ver con el cuento del pecado impuesto por la iglesia.

Significa recordar que el cuerpo es un ser vivo cambiante, curvilíneo y que tiene sus etapas (infancia, adolescencia – menarquía, adultez –etapa cíclica, maternidad si la hay, menopausia y madurez).

Significa celebrar que tenemos un cuerpo, sea como sea, y a través de él podemos experimentar la vida aquí en la Tierra. S

ignifica comprender que la fuerza es uno de nuestros poderes y en ella hay amor, límites y dignidad.

Significa recuperar el equilibrio entre el principio femenino y masculino en nuestro interior. Significa perdonarnos por ser fuertes, bellas y brillantes. Significa hacernos cargo de la mujer poderosa que somos. Significa darnos cuenta de que juntas, somos geniales.

Significa darle espacio a nuestra naturaleza creadora de vida, proyectos, bienestar, belleza, espacios…

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Quedaron muchas piezas de nuestro ser desmembradas, perdidas bajo leyes, creencias y opiniones misógenas. Durante miles de años, antes de la llegada del patriarcado, el cuerpo de la mujer era venerado; a través de él llegaba la vida, de la misma manera que hay vida en la Tierra gracias a su cuerpo- planeta. En los clanes matrifocales, la matriz y la vida eran el foco, el centro, lo más preciado. En el sistema patriarcal el foco es el capital vaya a favor o en contra de la vida.

Necesitamos rescatar esta sabiduría olvidada. No es tan difícil, simplemente hay que abrirse a escuchar de nuevo lo negado hasta ahora. No es tu culpa, es la herencia de miles de años de desconexión. Nadie te enseñó a honrar tu cuerpo porque hace generaciones que se dio el corte. Ahora puedes tomar otro rumbo, es momento de renacer a la conciencia integrada del tesoro que hay dentro de ti.

Cuando una mujer rehabita su propia naturaleza, ya nunca más está sola, perdida, sumisa, desorientada, desvalida. Conecta con su más profunda esencia y sabiduría, su brújula interior, su amor más puro, su fuente de autonutrición, el placer de ser sí misma. A partir de allí, camina con paso firme y si duda o siente miedo, se permite dudar, temblar mientras cuenta consigo misma y cuenta con quienes le acompañan. Porque ser una mujer integrada no se trata de ser una mujer independiente (que no necesita a nadie más), sino interdependiente (que se apoya en otrxs y pide cuando sabe que no puede o no quiere hacerlo sola).

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Así que hoy comprendí que este es mi trabajo: acompaño a mujeres a re-conocer y re-conectar con su naturaleza, a rescatar y recomponer las piezas internas que la convierten en una mujer integrada, digna, completa, consciente de sí misma. Te invito a conocer las propuestas que hago en: Projecte COSdeDONA. Agradezco a mi compañero que me lo haya puesto delante y este gesto me recuerda también, que hay muchos hombres dispuestos a apoyarnos en este camino y que también están atreviéndose a hacer su cruzada interior para sanar sus heridas.

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Aina Cortès. Proyecto COSdeDONA

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¿Por qué y para qué tantas mujeres estamos enfermando en los órganos sexuales femeninos?

Actualmente me encuentro con varias mujeres, yo incluida, que estamos pasando por alguna enfermendad o dificultad en nuestros órganos sexuales.

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Muchas mujeres (cada día más) estamos somatizando algo muy gordo en nuestro centro vital-sexual como endometriosis, quistes en los ovarios, miomas, canceres, obstrucción de las trompas, vaginitis, dificultades para quedarnos embarazadas, disposición para desarrollar virus como el VPH, hongos, candidiasis, etc. Lo grave es que muchas lo vivimos en silencio, a escondidas, por dentro, nos avergonzamos, aparecen culpas… y eso duele. Por mucho que sigamos con nuestras tareas diarias, lo ocultemos o evitemos, vuelve una y otra vez y nos condiciona la vida. Es necesario que las mujeres hablemos de lo que nos pasa y nos duele. La vergüenza y la culpa son parte de la herencia patriarcal que ya es momento de transformar y superar. Hablar de ello no quiere decir victimizarse ni mirarse al ombligo olvidando lo demás; lo veo como un paso valiente y generoso. Cada día hay más espacios donde compartirnos de forma segura, nutrícia y amorosa (grupos terapéuticos, servicios de atención a la mujer, círculos de mujeres, entre amigas de confianza…). No estamos solas. Nombrar lo que nos ocurre nos ayuda a sanar, a encontrar el apoyo necesario de otras que también estan con lo mismo o parecido y a conocer herramientas y/o profesionales para comprender el síntoma y resolverlo.

Salir de la consulta médica con un diagnóstico, el impacto que a cada una nos genera, el susto y una avalancha de dudas, miedos y preguntas como: ¿por qué a mi? ¿y ahora qué? ¿qué me va a pasar? ¿qué implica esta enfermedad? … ¿Te suena? En mi proceso he necesitado indagar mucho más allá de lo que desde la comunidad médica convencional me ha llegado. Creo importante seguir con el acompañamiento de un/a ginecólogx, tener en cuenta los seguimientos/ tratamientos indicados e incluso revisar la alimentación, pero a mi no sólo me ha bastado con esto. Entonces para mi proceso personal y el trabajo que he elegido hacer acompañando a mujeres, comparto algunas ideas o planteamientos que me estan sirviendo, paralelo al proceso médico, en este camino de comprensión y sanación. No son los únicos válidos, hay muchas otras miradas posibles. Abro puertas y ventanas por si a ti te sirven también.

Volviendo a la pregunta: ¿Por qué y para qué tantas mujeres estamos enfermando?

El por qué (más allá de la mirada científica).Vivimos en una sociedad empapada de cultura patriarcal desde hace miles de años de la que hemos hereadado una série de códigos y creencias que, a grandes rasgos, menosprecian Lo femenino y ensalzan Lo masculino. Con esto no quiero decir que Lo masculino sea “malo” sino que es destructivo el desequilibrio existente entre ambas energías y el uso insconsciente, malentendido y mal canalizado de la fuerza, el poder, la autoridad, la agresividad, lo instintivo, etc. Este tema sé que es muy peliagudo porque aquí entran también las construcciones de género, qué entendemos por energías femeninas y masculinas, etc. y hay varias miradas al respecto que coinciden y otras que difieren. Sólo lo apunto para tenerlo en cuenta.

Este desequilibrio ha fomentado que tanto mujeres como hombres menospreciemos, olvidemos, sometamos, ignoremos nuestra parte femenina (presente en ambos sexos, así como la energía masculina) y escondamos, moldeemos y hasta mutilemos nuestra naturaleza. En el caso de las mujeres, que es el que me ocupa en este artículo, este olvido y supresión de lo femenino, parece ser que está… ¿cómo decirlo? revelándose, poniéndose encima de la mesa. Una manifestación de ello para mi, son las múltiples expresiones en el cuerpo de las mujeres en forma de enfermedades en los órganos sexuales.FB_IMG_1450826396021

Y… para qué? Me animo a plantear que para que atendamos, despertemos y reconozcamos Lo femenino en nosotras, en nuestras relaciones tanto humanas como con la naturaleza y lo compartamos con los hombres. Es un emergente individual y colectivo. Individual para recuperar la salud y el equilibrio interno; colectivo, global, para pegar un giro a la destrucción masiva que como humanidad estamos ejerciendo sombre nosotrxs mismxs y el planeta.

Bien y… ¿cómo despertamos, cómo reconocemos Lo femenino? ¿Qué es Lo femenino? En varias ocasiones oigo que si tienes algun síntoma en tus órganos sexuales significa que no reconoces tu feminidad. Ya está, ninguna información más. Y ¿qué quiere decir eso? ¿Cómo eso ayuda a una mujer que nunca se ha planteado su feminidad?

Desde mi humilde experiencia, como decía, comparto algunos aspectos a atender que a mi me están ayudando y, al mismo tiempo, veo que varias escritoras, terapeutas, sanadoras, etc. coinciden. Aunque el lenguaje pueda ser distinto, el fondo me parece el mismo. Quizás pienses: joder cuantas cosas, qué agobio, buf… cómo lo hago… Cada una necesitará hacer su camino y confío en que te irán llegando las personas, situaciones y herramientas adecuadas en el momento adecuado. Si lees esto, ya es algo. Aunque a veces se me olvide, la magia de la vida trae regalos y pistas. Este es un viaje de profunda consciencia, transformación y compromiso que hago y estamos haciendo muchas mujeres. Va a ser una gota en el océano de la historia. Como dicen en la película Cloud Atlas, ¿qué és el océano sino un montón de gotas? No veré el resultado a corto plazo pero creo que mi gota, tu gota y la de las miles de mujeres (y hombres, claro) que estamos despertando, cambiaremos el cauce de la vida humana en este planeta. Lo vivo como un caminar para mi y las futuras generaciones.

Aquí algunas pistas para regresar a la salud perdida:

  • Reestablecer la conexión con tu cuerpo. Sentirlo, nutrirlo y respetarlo. Uno de los resultados de la ingerencia de los valores patriarcales ha sido escindir la relación mente – cuerpo. Valorando, ensalzando, sobreestimulando lo mental e intelectual y menorspreciando, maltratantdo, acusando de sucio/pecaminoso/feo… el cuerpo. Somos una mente andante llevada por un cuerpo acorazado, anestesiado, olvidado y maltratado. Volver al cuerpo, a este vehículo gracias al cual estás viva, recuperar las conexiones neuromusculares que te permiten escucharlo y atender sus necesidades reales (no las milongas que la mente te cuenta), sentirlo para gozarlo desde la experiencia sensitiva y amarlo, cuidarlo, respetarlo. Contactar con el cuerpo significa caminar hacia la aceptación de él responda o no a los cánones de belleza impuestos por la mirada externa, tener registro de qué necesita (qué le sienta bien y que no y, más allá de lo que le metes al cuerpo, identificar qué relaciones y situaciones te sientan bien y cuales no). También significa conectar con la materia, simbólicamente con la Tierra, con la madre. Escuchar,cuidar y respetar el cuerpo, me lleva a escuchar, cuidar y respetar la naturaleza.2016-01-14 22.23.50
  • Deconstruir, explorar y redefinir Lo femenino en ti. Ampliar la mirada y flexibilizarla ¿Qué es femenino para ti? ¿Cómo sientes Lo femenino en tu cuerpo, en tu deseo y en la experiencia más allá del discurso y las creencias con las que has sido programada?
  • Reconocer cómo son tus órganos sexuales. Sus funciones fisiológicas y energéticas, reestablecer la relación con ellos a través de  visualizaciones, lo simbólico, la atención, mobilizarlos y desbloquearlos, hablar con ellos, etc. En el taller “Querido útero” trabajamos especialmente este punto.
  • Enraizarte. Cerrar lo ojos volcando la mirada hacia tu interior (en 14417055137871esta cultura hemos aprendido a estar todo el tiempo con la mirada hacia afuera en una búsqueda desesperada, insaciable y muchas veces frustrada de aprobación y “amor”). Silencio, respiración, pies en el suelo, bajar la atención a tu vientre, a tu útero, enraizarte en la tierra como un árbol, conectar con el planeta (Tierra, gran Madre… como quieras decirlo) nutrirte y recargarte de energía vital. Reconectar con la madre interna y el gusto por estar contigo misma. Hazlo tanto como puedas en contacto directo con la naturaleza. 
  • Comprender y abrazar las etapas sexuales de la mujer (infancia, etapa cíclica menstrual, embarazo – parto -puerperio, climaterio-menopausia). Comprender que no somos seres lineales ni la vida es lineal, eso es una idea mental. Somos cíclicas, como la luna, las estaciones del año, la vida y la muerte. Somos transformación, cambio, impermanencia. También es importante reestablecer la relación con la menstruación y las diferentes mujeres que somos en cada fase. En la charla “Mi cuerpo cíclico” tratamos este asunto. Muy recomendado el trabajo de Anna Salvia con el proyecto Viaje al Ciclo menstrual, Erika Irusta con  El Camino Rubí, Sophia Style con Mujer Cíclica y Miranda Gray con su libro Luna Roja.
  • Revisar tu sexualidad y gozar con tu cuerpo. En nuestro imaginario hay tendencia a reducir “sexualidad” a “sexo”, y “sexo” a “coito”. De este modo, ¡cuantas dimensiones quedan en el olvido! Sumando el mega tabú de la sexulidad, claro. La energia sexual es la energía vital, la primigenia, la que nos mantiene vivas, el fuego interno que sólo se apaga del todo el día en que fallece nuestro cuerpo. Para mi la sexualidad es un amplio abanico que incluye desde la relación con el cuerpo, sus ciclos, los cambios en cada etapa sexual, cómo me vinculo sexualmente conmigo misma y otras personas, la vivencia del placer, el erotismo, el deseo, las fantasías, la entrega, el afecto, la deconstrucción de la heterosexualidad… Buf, ¡un mundo! Para ello recomiendo el trabajo de Mónica de Felipe Larralde o el libro Nacidas para el placer de Mireia Darder.
  • Revisar tu relación con Lo masculino y los hombres. En nosotras también existe la energia masculina. Cómo es, cómo la gestionas, etc. y cómo te vinculas con los hombres. Aquí hay temazo… Para mí el trabajo de reconocerme como mujer y como persona significa tomarme el tiempo y el espacio para amarme, respetarme, saber escucharme y autoapoyarme (que no es lo mismo que ser autosuficiente)… y desde ahí, acercarme a los hombres de forma sana.FB_IMG_1444582578997
  • Atender el linaje femenino. Cada día me parece más real que recibimos mucha información, más allá de la genética, de nuestro árbol genealógico y de nuestras antepasadas que son todas las mujeres de la historia y la humanidad. No lo sé medir, comprobar, ni explicar, sólo lo intuyo. Hay un dolor muy profundo que necesita ser sanado (sólo hace falta repasar los aconteciomientos de la historia) y está de alguna manera aquí también. Nuestro útero lleva la memoria. Haremos lo que podamos pero sé que cada liberación que hacemos de estas memorias, de la manera que sea, nuestras ancestras también sanan. Eso repercute en nosotras y en las generaciones futuras. gfhf
  • Recuperar los arquetipos femeninos. Son algo así como modelos o patrones que nos sirven para comprender estados, momentos vitales, expresiones de nuestro caracter. Lo que es contado en los mitos y leyendas representados por arquetipos, va conformando nuestra realidad interna e inconsciente colectivo. El imaginario patriarcal androcentrista con el judeocristianismo anuló el culto a la Diosa, el respeto a lo femenino en equilibrio con lo masculino, creando los dioses de la guerra (modelos patriarcales). En este proceso me está sirviendo conocer y recuperar los referentes arquetípicos femeninos para reconstruir un tejido muy inconsciente distorsionado. Libros interesantes al respecto: Luna Roja de Miranda Gray, Las diosas de Cada Mujer de Jean Shinoda Bholen.
  • Reestablecer la sororidad. Tejer redes sociales entre mujeres. Otra de las ingerencias de la cultura patriarcal ha sido la creación de relaciones competitivas y dominantes. En mi caso reconozco que mucho tiempo he estado compitiendo con mujeres y comparándome. Recuperar la hermandad o sororidad, la cooperación, el reconocimiento mutuo, el apoyo, el compartir nuestra sabiduria y recursos, el apoyo emocional que nos damos entre mujeres de distintas edades y momentos vitales, para mi está siendo básico. Se ha roto el tejido que en gran parte nos sustentaba. Reconocerme a mí, me ayuda a reconocer a la otra. Hermana, madre, abuela, hija, amiga,compañera. Yo como tú, tú como yo, caminemos juntas. Empoderarnos, segun el lenguaje, es reconocer la Diosa que hay en mí y la Diosa que hay en ti. Somos  seres completos interdependientes, no codependientes. No somos medias naranjas que necesitamos de nuestro príncipe azul para ser completas, ser “mujer”, ser felices. Cuando nos juntamos las mujeres, nuestro cuerpo genera oxcitocina, la hormona del amor; pues ¿algo maravilloso debe ocurrir, no?musas_PLYIMA20141023_0008_5
  • El perdón, el permiso, el merecimiento. La indignidad, la culpa y el no merecimiento también están al orden del día en nuestra psique y cuerpo patriarcalizados. Recordarnos que nos merecemos gozar, expresar, pedir, recibir, dar, amar y ser amadas sin necesidad de ponernos la máscara neurótica ¡qué regalo! Perdonarnos por ser quiénes somos, por habernos hecho daño, haber dado permiso a otrx que nos lo hiciera o no haber sabido defendernos. Me perdono y me doy permiso para Ser.
  • Crear. Pintar, bailar, cantar, moldear, inventar, escribir, cocinar, diseñar, plantar… crear un proyecto, darte a nacer a algo nuevo… y no pasa nada si dibujas como cuando tenías 5 años o crees que pareces un pato cuando bailas o que si cantas va a ponerse a llover o que no sabes, no puedes… mejor te quedas como estás. Eso son juicios limitantes que te introdujeon de pequeña para que no fueras tú misma. Necesitamos crear para estar vivas, es un impulso natural de nuestra esencia femenina que requiere expresión. ¡A darle actividad a nuestro hemisferio derecho!.

Y hay más aspectos que nos sirven para recuperar la salud, claro que sí. ¿Cuáles te han servido a ti? Puedes enriquecer y ampliar escribiendo tu comentario.

Al final, lo que me devuelve la salud, lo resumiría en:

Hola cuerpo, qué sientes, qué necesitas, cómo gozamos juntas, qué te libera, nos amo… y a vivir! Despierta y reconoce en tí la maravilla de ser que eres, a todo a lo que perteneces y el derecho a expresarlo plenamente.

FB_IMG_1435992084552No es un camino fácil, sobretodo cuando el entorno sigue funcionando igual, presionando para que sigamos siendo las mismas de antes. Pero nuestro cuerpo “grita” y si no “gritamos” con él, el silencio nos ahogará.

Buenas noches mujeres y hombres despertantes.

Aina Cortès. Proyecto COSdeDONA.

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Permitirnos SER

En mi camino de autoconocimiento y esta maravillosa experiencia de acompañar a mujeres en COSdeDONA y TCI me voy dando cuenta de lo importante y urgente que es que las mujeres nos “perdonemos” por ser distintas a lo que nos han dicho que deberíamos ser y “demos permiso”, nos dejemos de juzgar y esforzar por “hacerlo bien” según lo establecido desde afuera; nos dejemos en paz y podamos gozar de cada experiencia que la vida nos brinde.

Sin título

En los talleres no me canso de repetir algo así como: “observa lo que está ocurriendo en este momento presente sin juzgarlo ni pretender cambiarlo… eso también eres tú. Eso eres tu aquí y ahora, y está “bien”. Valídalo. No tiene porque ser distinto. Date permiso para sentir y expresar”.
En el disco duro de nuestro inconsciente colectivo tenemos tatuado que el cuerpo de la mujer no está bien, que es sucio y pecaminoso, que no merecemos sentir placer, que somos el segundo sexo, que hemos venido a sufrir y además lo tenemos que hacer en silencio, que debemos satisfacer al otro y ser objetos de deseo, que nuestro papel en el juego de las relaciones es el de dependiente y desvalida o la versión polarizada de histérica.
En mi trabajo de terapeuta, que también habla de mi proceso personal, valoro como urgente soltar la culpa, la vergüenza, cada debería, el control, la exigencia, cada creencia limitadora… y tomar espacio, aceptación, presencia, gozo, una automirada incondicional y PERMISO… Muuucho permiso para Ser, para tomar aire, reírnos a carcajadas, llorar, gruñir, despeinarnos y ocupar espacio; el espacio equilibrado. Permiso para escucharnos la propia voz, mover el cuerpo, excitarnos, ser sujeto deseante, ser en función de lo que emerge del propio cuerpo, mostrar la propia fuerza, tocar(nos), amarnos a nosotras mismas, GOZAR LA VIDA y SENTIRLA. Ninguno de estos aspectos implica “pisar” a nadie ni entrar en la archiconocida lucha de poderes. Creo que ocupar el propio espacio y hacerse cargo de él, da espacio al otro para que ocupe el suyo y desde ahí podamos compartirnos, cuidarnos y permitirnos con libertad y respeto mutuo.

En mi caso, tuve que empezar por “perdonarme”. Al principio me sonaba extraño. ¿Perdonarme de qué? En realidad, ese perdón hablaba de aceptación. Obviamente aceptar aquello que no me gusta o juzgo negativamente de mi, pero la sorpresa llegó cuando me empecé a “perdonar” por ser fuerte, por ser compasión, capaz, valiente, reconocer mi potencial, tener voz, ser inteligente, jugar, por ser creadora, sabia, bella, sensual, intensa, vulnerable, por estar conectada a mi feminidad, respetar el descanso y la rabia que mi ciclicidad conllevan, por envejecer, sentir y gozar mi cuerpo, por bailar, mostrarme y ocupar mi espacio.

A través de ese perdón/aceptación, me fui amando más a mi misma y regalando permiso para experimentar lo que ahora me conecta con la alegría de vivir: mover mi cuerpo con presencia, cantar, crear, ser placer y parte de la naturaleza, acompañar a mujeres en este despertar y soltar, respirar, amar, ser amada y poco más. El dragón del juez interno/exigente/perro de arriba/… no murió, también me sirve en ocasiones, pero qué liberación es poderle sentar a un lado mientras permito que mi Esencia emerja. Ah, y aclaro que ese permiso ya viene de mí, ya no hace falta que me lo dé papá, mamá o la autoridad de turno.

Así que por ahora, pongo PERMISO en mi vida y una silla para que mi “juez” descanse hasta que se canse de tener un guión cada vez más escueto. Ese permiso es el que me sana; incluso puede que ese permiso sea el que sane el mundo cuando las mujeres y los hombres den espacio a su esencia y potencial femenino.

¿Te atreves a darte permiso?

 

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Despertar la mujer que eres

A medida que me sumerjo en conocerme como mujer, observo cómo más allá de todo lo que he ido aprendiendo, indagando, tomando consciencia y reparando en terapia sobre el carácter, la neurosis, la coraza… ocurre algo igual de profundo y condicionante que es el hecho de ser mujer en una sociedad enmarcada por el sistema patriarcal. En el proceso no me dejo de sorprender, conmover y apasionar.

Me voy dando cuenta de que una importante parte de mi dolor está relacionado con el lastre cultural que de manera inconsciente conllevo y tengo incorporado por el sólo hecho de haber nacido mujer; cómo en mi herencia genética y cultural está impresa la historia contada y la no contada. De repente, poner luz a esta dimensión de mí que ha permanecido en la sombra durante toda mi vida, está siendo revelador. Por un lado voy tomando consciencia de los corsés que me constriñen y por otro, estoy volviendo a conectar y reconocer la gran sabiduría, potencial y placer que alberga mi naturaleza.

Me pregunto cómo hubiera sido mi vida si mi familia, escuela y medio envolvente en el que me crié y desarrollé me hubiera invitado a seguir mi instinto de curiosear y experimentar con mi cuerpo, me hubieran transmitido que este es perfecto tal como es y no le falta nada, que precisamente es el que me indica lo que me hace bien y lo que no, que funciona en una unidad con mi mente, que las emociones e instintos son bienvenidos, que el placer es fuente de salud, que mi útero y mi vagina son lugares sagrados a cuidar y respetar, que no hace falta negarme para ser amada, que puedo decir “no” y poner límites, que el sexo va muchísimo más allá del coito, que es liberador hablar de lo que me pasa y preguntar las dudas que tengo, que soy distinta del hombre pero no inferior (ni superior), que mi cuerpo es cíclico como la naturaleza y cada fase tiene un gran potencial que es un regalo para mí y el mundo, que yo no tengo que satisfacer a nadie sino estar conectada conmigo misma y desde ahí compartirme y disfrutar con otra persona, que estar con otras mujeres no implica competir ni compararme sino aprender, nutrirme, crecer, amar y sanar.

Cómo hubiera sido mi vida si en vez de vivir mi sexualidad de mujer bajo el yugo de la ocultación y el pecado, hubiera compartido y celebrado mi primera menstruación, hubiera sido natural hablar de y experimentar abiertamente el vínculo sexual conmigo misma y con otras personas, me hubieran contado todo lo que puede llegar a experimentar mi cuerpo, me hubieran acompañado al tránsito de dejar de ser niña y pasar a ser joven y luego mujer adulta.

Cómo hubiera sido sin la represión sexual que el patriarcado ejerce tanto en mujeres como en hombres sobre el cuerpo, el alma y la psique.

Seguramente sería mucho más libre, espontánea, equilibrada, tendría herramientas para gestionar mi salud mental, emocional, física y espiritual. Sería capaz de escuchar mi cuerpo, mi necesidad, mi verdad. Me relacionaría sin tabús, expresando con naturalidad mi sexualidad y mi esencia. Probablemente viviría mucho más conectada al deseo, al placer, a la ternura, al cuidado, a la vida y podría ofrecer lo mismo al mundo.

Me alegra saber que no me lamento por lo que podría haber sido, porque sé que tengo la capacidad a partir de aquí y ahora, de que esto sea posible. No niego que mis heridas están, mi estructura caracterial está, mi inconsciente programado de creencias limitantes también está y la sociedad sigue presionando para mantener el orden establecido. Pero mi cuerpo no ha olvidado lo que centenares de generaciones anteriores fue. Algo va cambiando en mi interior cada día con más fuerza a medida que me conozco como mujer. A medida que muevo y conecto con mi útero, a medida que conozco y siento mi cuerpo, a medida que redefino mi feminidad, a medida que observo cómo me transformo toda yo en cada fase del ciclo menstrual, a medida que expreso y comunico lo que necesito y deseo, a medida que comparto con mujeres incondicionalmente dispuestas a contarme sus experiencias, a medida que me permito sentir placer, a medida que conozco los arquetipos que me habitan, a medida que leo y comprendo la historia que me precede, a medida que renazco a mi esencia, a medida que afirmo que SOY MUJER, habito mi cuerpo, lo celebro y me responsabilizo de ello.

Imatge Frida                                                                      Frida Kahlo

Este artículo, más allá de una reflexión, pretende ser una invitación, incluso una provocación para que tú también DESPIERTES A LA MUJER QUE ERES. Si algo de lo que comparto te suena y/o tu cuerpo te manda alguna señal ya sea de excitación o de dolor, quizás sea un buen momento para aventurarte. Es mi deseo como mujer y terapeuta, compartir y acompañar a otras en este maravilloso camino.

La Dra. Christiane Northroup dice que “el proceso de sanación pasa por afirmar que somos seres preciosos y amables (dignas de ser amadas) permitiéndonos al mismo tiempo sentir el viejo dolor no sanado”. Creo que conocernos y sanarnos como mujeres no sólo significa un regalo para nosotras mismas sino para las próximas generaciones y para los hombres que nos acompañan.

 

“Los seres humanos no nacen para siempre

el día que sus madres los alumbran,

sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez.”

 Gabriel García Márquez

 

Aina Cortès – Enero 2015

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¿El útero espástico? pero… ¿qué es eso? (3ª parte)

Y ¡vamos a por la 3ª y última parte!

Como explicaba en la 1ª parte de estos artículos orientados a dar a conocer la realidad de nuestros úteros, el útero espástico es aquel que ha perdido su flexibilidad, elasticidad y movimiento. Lo hemos acorazado de forma inconsciente, para sobrevivir en un medio que reprime la sexualidad y pulsión vital genuïna. Tenemos el vientre contraïdo, “plano”, escondido, encogido, anulando las formas naturales redondeadas del vientre fértil, creador, acogedor.

                                DIOSAS1mamniqui

Ello tiene grandes repercusiones a nivel vital para la mujer, a nivel relacional con su entorno (pareja, familia, trabajo, medio…) y para la posible criatura que se cultive en él sus primeros 9 meses de vida.

¿Cómo afecta en el embarazo, parto y materinidad el útero espástico?

No quiero asustar, ni juzgar, solamente nombrar. Al final del artículo pongo un poco de luz a lo que a continuación suena con dureza.

  • Embarazo

Como hemos visto, el útero es un órgano muscular muy sensible que incorpora aquello que la niña y la mujer experimenta en su vida. Es permeable a los pensamientos y emociones llegando al bebé que está en desarrollo.

Cuando S. Grof habla de las Matrices perinatales, de alguna forma se refiere a la calidad del útero que anida el embrión y cómo nos quedan registradas las experiencias vividas intrauterinamente en un útero sano o en uno tóxico. Evânia Reichert y la corriente neoreichiana, observan la formación del carácter y la coraza ya des del momento de la concepción y la posible fijación ocular/preoral que puede tener el bebé durante su gestación.

Un útero relajado seguramente puede ofrecer unas mejores condiciones para el bebé. Ello será un reflejo de una madre relajada, vital, empoderada, conectada a sus sensaciones y necesidades, sanada como mujer, más sensible al vínculo con el bebé.

  • Parto

En un útero espástico, las haces musculares longitudinales y circulares, no funcionan acompasadamente. Las haces circulares, en vez de relajarse para permitir la obertura progresiva del cérvix (la conocida dilatación), se tensan y hacen entrar a las longitudinales en un movimiento espasmódico dando lugar a calambres y contracciones consideradas ‘normales’ en el parto.

Además de la espasticidad que tenga cada útero, en el parto se le suman varios factores que favorecen la tensión, el miedo, la incomodidad, el dolor, la disfuncionalidad y la desconexión con el propio cuerpo de la mujer y la criatura, como p.ej.:

se ha desvinculado el parto de la sexualidad de la mujer. El parto es un acto sexual como la menstruación, la masturbación, el coito o la lactancia. No es compatible con el miedo ya que se activan hormonas opuestas al amor, el placer y la relajación (como la adrenalina o el cortisol).

el desconocimiento del propio cuerpo y la desinformación. Michelle Odent dice: “el desconocimiento induce al miedo, y el miedo al dolor”.

la inyección de oxcitocina artificial. La oxcitocina es la hormona que permite la obertura del cérvix y ayuda en el enamoramiento del vínculo madre-hijo. El cuerpo de la mujer produce esta hormona, además de las endorfinas, en un contexto relajado, cálido, amoroso, íntimo, sensual, donde es respetada, hay apenas interrupciones y se reconoce este momento tan sagrado de su vida, su dignidad. El útero tiene receptores para la oxcitocina, que es desprendida progresivamente para que el cérvix se vaya abriendo poco a poco, suavemente. Las circunstancias que ofrece un hospital tradicional no son precisamente así. Entonces hay menos producción de la hormona o el ritmo de producción no es suficientemente rápido para los relojes del hospital. Al administrar oxcitocina artificial, llega una gran cantidad de golpe que, si bien favorece que se dilate el cuello del útero rápidamente, aumentan considerablemente las contracciones, calambres y el dolor. Estas contracciones tan fuertes en ocasiones comprimen la provisión de sangre y oxígeno del bebé, poniéndolo en una situación de estrés y sufrimiento. Si eso ocurre, se suele acudir a la cesárea de emergencia. Por lo tanto, la inyección de oxcitocina, puede provocar un gran estrés al bebé y llevar a la cesárea.

– otras sustancias artificiales como la famosa epidural. Desconectan del proceso natural del cuerpo y del proceso necesario que se da para que la madre se vincule con la criatura, necesario para que sienta ese gran deseo de tenerle en brazos, de cuidarle, de protegerle, darle de mamar, conecte intuitivamente con las necesidades de la criatura. En muchas ocasiones, tras la intervención humana y artificial en partos de animales salvajes, la madre abandona la cría.

– posturas anti gravitatorias y desnaturalizadas.

– el mal trato a la parturienta.

– la frialdad de la sala de partos, un ambiente inadecuado y hostil.

– las creencias que fomentan el miedo al parto y la vergüenza.

– las creencias que sustentan que el ginecólogo de turno es quién sabe, mucho mejor que la parturienta, de su cuerpo, de lo que le pasa, de cómo parir.

Del mismo modo que el parto está resultando un trabajo difícil y doloroso para la mujer, también lo está siendo para el bebé. Así las criaturas ya llegan al mundo con experiencias traumáticas intrauterinas y de parto.

Wilhelm Reich, escribió en 1952:

“Los niños ven frustradas sus necesidades emocionales. Su expresión de la vida emocional justamente antes de su nacimiento y después de él. Se frustran antes del nacimiento por el frío, la llamada anorgósis (muerte biológica, útero contraído). A menos que la medicina, la educación y la higiene social logren instaurar un funcionamiento bioenergético en la masa de la población tal que el útero no quede contraído, el embrión crezca en cuerpos en perfecto funcionamiento, que los pezones no queden hundidos y los pechos de las madres se hallen sexual y bioenergéticamente vivos, nada cambiará; nada. Ninguna Constitución, ningún Parlamento, nada podrá impedirlo; nada. Nada digo, nada hará que la cosa mejore. No se puede imponer la libertad en los empobrecidos sistemas bioenergéticos de los niños.”

Laura Gutman dice algo así como que “no habrá una transformación social real hasta que no cambien las salas de partos”.

Casilda Rodrigáñez explica: “un parto con dolor, con rigidez, impide conectarse con el placer, el deseo y la pasión en el parto. Además se da también una desconexión con los deseos y necesidades de la criatura. De esta manera, los hijos pueden ser fácilmente reprimidos y domesticados”.

  • Maternidad

Durante la primera hora después del parto, la madre sigue con una alta carga de hormonas que le ayudaran a vincularse y enamorarse del bebé. Es muy importante respetar ese momento de contacto, mirada, tranquilidad para que eso se dé. Posteriormente la relación piel a piel, la lactancia, la calidad de la mirada (que no desarrollaré en este trabajo pero creo muy interesante)… acompañará este tiempo de desarrollo extrauterino en el que el bebé necesitará unos meses para completarse físicamente y se asentarán las bases afectivas imprescindibles para un sano desarrollo.

Las maneras de proceder demuestran que a menudo no se están respetando estos momentos. Sólo al nacer ya separan la criatura de la madre, como marca el protocolo, para pesarla, limpiarla, cortar el cordón umbilical (demasiado rápido), extraerle posibles mocos de las vías respiratorias con una aspiradora… Para Laura Gutman, esto significa una irreparable rotura entre la relación madre-bebé y la experiencia de separación y desamparo que ya empieza a imprimir la criatura en su psique y cuerpo.

Si a esta separación le sumamos un parto sin conexión, vivido como algo horroroso, un mero trámite, sin sentir el cuerpo, con hormonas artificiales… algo muy esencial del amor, el vínculo, la conexión, el respeto y naturaleza humana, se está perdiendo. Sólo en mis creencias, dado que aun no soy madre, una madre que está íntimamente vinculada con su criatura no va a dejarle llorar porque lo dice un libro o un pediatra, va a escuchar su intuición y hacer lo que siente digan lo que le digan los referentes externos, va a saber qué necesita la criatura para estar bien. Una madre que no está ni vinculada a su sexualidad, que está desconectada de su cuerpo y este proceso, más en la mente que en el cuerpo, estará muy lejos de la criatura pudiendo tratarla con menos respeto, dominándola y reprimiéndola sin sentir ningún remordimiento en sus entrañas.

Esta breve historia, ejemplifica esta desconexión:

Una madre caminaba llevando en cochecito a una bebé ( a juzgar por todo el rosa que la rodeaba) que tendría unos 2 meses, la criatura lloraba desconsoladamente, retorciéndose en su “aséptica camita”, la madre inmutable solo se limitaba a conducir el cochecito y mirar el horizonte; a su lado caminaba una nena pequeña de unos 3 años, cantando aparentemente indiferente al llanto de su hermanita, hasta que se detuvieron para cruzar la calle y la niña pequeña se giró hacia su hermana y le dijo con enojo “¡calla bebé, basta!” y luego sonrió buscando la mirada de su madre, que ni así obtuvo.
Y así iban 3 mujeres unidas en el abuso, la sumisión y la indolencia. Una madre con las entrañas mutiladas incapaz de conmoverse con el dolor de su criatura. Una pequeña niña en busca de amor y aprobación repitiendo el lenguaje del desamparo y el maltrato que tan bien conoce en carne propia y una bebé aprendiendo el abecedario de la carencia y el dolor. He ahí la semilla de la violencia, la raíz de esta sociedad del miedo y la carencia

Por ahora, el escenario no pinta muy bien…

Pero traigo buenas noticias…

Estamos en un momento social de reaprender y retomar antiguas formas que nos parecen más sanas a las actuales y creando nuevas en que las mujeres nos estamos reencontrando entre nosotras, estamos retomando los partos en casa u ofreciendo partos más naturales y respetados en los hospitales, el contacto y conocimiento de nuestro cuerpo, nos estamos empoderando y sanando. Igual que el Patriarcado ha intervenido en nuestra psique y en nuestros cuerpos, podemos revertirlo y recuperar nuestros úteros flexibles, móviles, placenteros, nuestros partos y maternidades.

Os recomiendo mucho este video de Mónica de Felipe para ampliar: Vientre de mujer

Aina Cortès, fragmento del estudio “El útero acorazado”.

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