Y ¡vamos a por la 3ª y última parte!
Como explicaba en la 1ª parte de estos artículos orientados a dar a conocer la realidad de nuestros úteros, el útero espástico es aquel que ha perdido su flexibilidad, elasticidad y movimiento. Lo hemos acorazado de forma inconsciente, para sobrevivir en un medio que reprime la sexualidad y pulsión vital genuïna. Tenemos el vientre contraïdo, “plano”, escondido, encogido, anulando las formas naturales redondeadas del vientre fértil, creador, acogedor.
Ello tiene grandes repercusiones a nivel vital para la mujer, a nivel relacional con su entorno (pareja, familia, trabajo, medio…) y para la posible criatura que se cultive en él sus primeros 9 meses de vida.
¿Cómo afecta en el embarazo, parto y materinidad el útero espástico?
No quiero asustar, ni juzgar, solamente nombrar. Al final del artículo pongo un poco de luz a lo que a continuación suena con dureza.
- Embarazo
Como hemos visto, el útero es un órgano muscular muy sensible que incorpora aquello que la niña y la mujer experimenta en su vida. Es permeable a los pensamientos y emociones llegando al bebé que está en desarrollo.
Cuando S. Grof habla de las Matrices perinatales, de alguna forma se refiere a la calidad del útero que anida el embrión y cómo nos quedan registradas las experiencias vividas intrauterinamente en un útero sano o en uno tóxico. Evânia Reichert y la corriente neoreichiana, observan la formación del carácter y la coraza ya des del momento de la concepción y la posible fijación ocular/preoral que puede tener el bebé durante su gestación.
Un útero relajado seguramente puede ofrecer unas mejores condiciones para el bebé. Ello será un reflejo de una madre relajada, vital, empoderada, conectada a sus sensaciones y necesidades, sanada como mujer, más sensible al vínculo con el bebé.
- Parto
En un útero espástico, las haces musculares longitudinales y circulares, no funcionan acompasadamente. Las haces circulares, en vez de relajarse para permitir la obertura progresiva del cérvix (la conocida dilatación), se tensan y hacen entrar a las longitudinales en un movimiento espasmódico dando lugar a calambres y contracciones consideradas ‘normales’ en el parto.
Además de la espasticidad que tenga cada útero, en el parto se le suman varios factores que favorecen la tensión, el miedo, la incomodidad, el dolor, la disfuncionalidad y la desconexión con el propio cuerpo de la mujer y la criatura, como p.ej.:
– se ha desvinculado el parto de la sexualidad de la mujer. El parto es un acto sexual como la menstruación, la masturbación, el coito o la lactancia. No es compatible con el miedo ya que se activan hormonas opuestas al amor, el placer y la relajación (como la adrenalina o el cortisol).
– el desconocimiento del propio cuerpo y la desinformación. Michelle Odent dice: “el desconocimiento induce al miedo, y el miedo al dolor”.
– la inyección de oxcitocina artificial. La oxcitocina es la hormona que permite la obertura del cérvix y ayuda en el enamoramiento del vínculo madre-hijo. El cuerpo de la mujer produce esta hormona, además de las endorfinas, en un contexto relajado, cálido, amoroso, íntimo, sensual, donde es respetada, hay apenas interrupciones y se reconoce este momento tan sagrado de su vida, su dignidad. El útero tiene receptores para la oxcitocina, que es desprendida progresivamente para que el cérvix se vaya abriendo poco a poco, suavemente. Las circunstancias que ofrece un hospital tradicional no son precisamente así. Entonces hay menos producción de la hormona o el ritmo de producción no es suficientemente rápido para los relojes del hospital. Al administrar oxcitocina artificial, llega una gran cantidad de golpe que, si bien favorece que se dilate el cuello del útero rápidamente, aumentan considerablemente las contracciones, calambres y el dolor. Estas contracciones tan fuertes en ocasiones comprimen la provisión de sangre y oxígeno del bebé, poniéndolo en una situación de estrés y sufrimiento. Si eso ocurre, se suele acudir a la cesárea de emergencia. Por lo tanto, la inyección de oxcitocina, puede provocar un gran estrés al bebé y llevar a la cesárea.
– otras sustancias artificiales como la famosa epidural. Desconectan del proceso natural del cuerpo y del proceso necesario que se da para que la madre se vincule con la criatura, necesario para que sienta ese gran deseo de tenerle en brazos, de cuidarle, de protegerle, darle de mamar, conecte intuitivamente con las necesidades de la criatura. En muchas ocasiones, tras la intervención humana y artificial en partos de animales salvajes, la madre abandona la cría.
– posturas anti gravitatorias y desnaturalizadas.
– el mal trato a la parturienta.
– la frialdad de la sala de partos, un ambiente inadecuado y hostil.
– las creencias que fomentan el miedo al parto y la vergüenza.
– las creencias que sustentan que el ginecólogo de turno es quién sabe, mucho mejor que la parturienta, de su cuerpo, de lo que le pasa, de cómo parir.
Del mismo modo que el parto está resultando un trabajo difícil y doloroso para la mujer, también lo está siendo para el bebé. Así las criaturas ya llegan al mundo con experiencias traumáticas intrauterinas y de parto.
Wilhelm Reich, escribió en 1952:
“Los niños ven frustradas sus necesidades emocionales. Su expresión de la vida emocional justamente antes de su nacimiento y después de él. Se frustran antes del nacimiento por el frío, la llamada anorgósis (muerte biológica, útero contraído). A menos que la medicina, la educación y la higiene social logren instaurar un funcionamiento bioenergético en la masa de la población tal que el útero no quede contraído, el embrión crezca en cuerpos en perfecto funcionamiento, que los pezones no queden hundidos y los pechos de las madres se hallen sexual y bioenergéticamente vivos, nada cambiará; nada. Ninguna Constitución, ningún Parlamento, nada podrá impedirlo; nada. Nada digo, nada hará que la cosa mejore. No se puede imponer la libertad en los empobrecidos sistemas bioenergéticos de los niños.”
Laura Gutman dice algo así como que “no habrá una transformación social real hasta que no cambien las salas de partos”.
Casilda Rodrigáñez explica: “un parto con dolor, con rigidez, impide conectarse con el placer, el deseo y la pasión en el parto. Además se da también una desconexión con los deseos y necesidades de la criatura. De esta manera, los hijos pueden ser fácilmente reprimidos y domesticados”.
- Maternidad
Durante la primera hora después del parto, la madre sigue con una alta carga de hormonas que le ayudaran a vincularse y enamorarse del bebé. Es muy importante respetar ese momento de contacto, mirada, tranquilidad para que eso se dé. Posteriormente la relación piel a piel, la lactancia, la calidad de la mirada (que no desarrollaré en este trabajo pero creo muy interesante)… acompañará este tiempo de desarrollo extrauterino en el que el bebé necesitará unos meses para completarse físicamente y se asentarán las bases afectivas imprescindibles para un sano desarrollo.
Las maneras de proceder demuestran que a menudo no se están respetando estos momentos. Sólo al nacer ya separan la criatura de la madre, como marca el protocolo, para pesarla, limpiarla, cortar el cordón umbilical (demasiado rápido), extraerle posibles mocos de las vías respiratorias con una aspiradora… Para Laura Gutman, esto significa una irreparable rotura entre la relación madre-bebé y la experiencia de separación y desamparo que ya empieza a imprimir la criatura en su psique y cuerpo.
Si a esta separación le sumamos un parto sin conexión, vivido como algo horroroso, un mero trámite, sin sentir el cuerpo, con hormonas artificiales… algo muy esencial del amor, el vínculo, la conexión, el respeto y naturaleza humana, se está perdiendo. Sólo en mis creencias, dado que aun no soy madre, una madre que está íntimamente vinculada con su criatura no va a dejarle llorar porque lo dice un libro o un pediatra, va a escuchar su intuición y hacer lo que siente digan lo que le digan los referentes externos, va a saber qué necesita la criatura para estar bien. Una madre que no está ni vinculada a su sexualidad, que está desconectada de su cuerpo y este proceso, más en la mente que en el cuerpo, estará muy lejos de la criatura pudiendo tratarla con menos respeto, dominándola y reprimiéndola sin sentir ningún remordimiento en sus entrañas.
Esta breve historia, ejemplifica esta desconexión:
“Una madre caminaba llevando en cochecito a una bebé ( a juzgar por todo el rosa que la rodeaba) que tendría unos 2 meses, la criatura lloraba desconsoladamente, retorciéndose en su “aséptica camita”, la madre inmutable solo se limitaba a conducir el cochecito y mirar el horizonte; a su lado caminaba una nena pequeña de unos 3 años, cantando aparentemente indiferente al llanto de su hermanita, hasta que se detuvieron para cruzar la calle y la niña pequeña se giró hacia su hermana y le dijo con enojo “¡calla bebé, basta!” y luego sonrió buscando la mirada de su madre, que ni así obtuvo.
Y así iban 3 mujeres unidas en el abuso, la sumisión y la indolencia. Una madre con las entrañas mutiladas incapaz de conmoverse con el dolor de su criatura. Una pequeña niña en busca de amor y aprobación repitiendo el lenguaje del desamparo y el maltrato que tan bien conoce en carne propia y una bebé aprendiendo el abecedario de la carencia y el dolor. He ahí la semilla de la violencia, la raíz de esta sociedad del miedo y la carencia”.
Por ahora, el escenario no pinta muy bien…
Pero traigo buenas noticias…
Estamos en un momento social de reaprender y retomar antiguas formas que nos parecen más sanas a las actuales y creando nuevas en que las mujeres nos estamos reencontrando entre nosotras, estamos retomando los partos en casa u ofreciendo partos más naturales y respetados en los hospitales, el contacto y conocimiento de nuestro cuerpo, nos estamos empoderando y sanando. Igual que el Patriarcado ha intervenido en nuestra psique y en nuestros cuerpos, podemos revertirlo y recuperar nuestros úteros flexibles, móviles, placenteros, nuestros partos y maternidades.
Os recomiendo mucho este video de Mónica de Felipe para ampliar: Vientre de mujer
Aina Cortès, fragmento del estudio “El útero acorazado”.